viernes, 14 de noviembre de 2008

Articulo de Opinión

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Fue el psiquiatra alemán Emil Kraepelin quien describió el mal en 1906, el mismo año que le daban el premio Nobel a Ramón y Cajal por descubrir que los sesos estaban formados por células con forma de estrella conectadas entre sí. Aunque Kraepelin describió la enfermedad fue su amigo Alois quien reparó en lo que sucedía en el cerebro.
En la antigua Roma cuando un general marchaba triunfante por sus calles iba tras él un siervo que se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Lo hacía diciéndole al oído Memento mori : recuerda que morirás.
Esta sentencia fue usada por los marxistas decimonónicos para referirse en sus debates a la muerte inevitable del capitalismo, a propósito de sus observaciones sobre la gravedad cada vez mayor de las crisis del sistema. Pensaban que habría una catarsis económica final que abriría las puertas al socialismo. Parece que andamos cerca, pero sin mucho socialista dispuesto a dar la batalla por el socialismo.
Nos pasamos la vida recordando. Es un viejo truco para intentar detener el tiempo. Nacemos con cien mil millones de neuronas que se vinculan entre si para crear recuerdos. Cada día se mueren unas cuantas, una especie de suicidio programado para quitar la paja del grano. Allí queda lo que llamamos memoria. El proceso está tan bien diseñado que nos permite aprender para sobrevivir y olvidar para vivir. Si no fuera por este equilibrado proceso nuestra existencia sería imposible.
Hoy día hasta hacen leyes para obligar a recordar. Quieren que la memoria sea histórica pero no el olvido que muchas veces es más balsámico para el alma de las gentes y los pueblos. Algunos olvidan tan rápidamente que llegan al punto de dejar de conocer. La pena de la enfermedad no parece ser para ellos, que casi siempre nos sonríen, sino para los que les queremos y estamos cerca.
La Medicina no ha encontrado un remedio aunque se van haciendo progresos y se abre una ventana de esperanza.
Por cierto, como ya sabrá, Alois se apellidaba Alzheimer.

Antonio Melero Pita

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