viernes, 6 de abril de 2007

La procesión de 'Las Turbas' acorta su recorrido a causa de la lluvia

La procesión 'Camino del Calvario', popularmente conocida como Las Turbas, se vio obligada esta mañana a acortar su recorrido ante la lluvia que estuvo cayendo desde poco después de comenzar el desfile.A las cinco y media de la mañana se abrían las puertas de la iglesia del Salvador, y los turbos brindaban la primera 'clariná' al Jesús de las Seis. Detrás salía el paso de la Verónica, de la misma hermandad. Y a continuación las otras dos hermandades, San Juan Evangelista y la Soledad de San Agustín. A la salida de la Virgen, la lluvia hizo acto de presencia por primera vez, de forma débil, pero obligó a cubrir con un plástico algunos pasos.A la altura de Carretería se intensificó la lluvia, y fue entonces cuando las hermandades decidieron acortar el recorrido, recogiendo las imágenes en la iglesia de El Salvador, desviándose por la calle del Peso sin subir a la plaza Mayor. Esto ha motivado que se pierdan algunos de los momentos más emocionantes del desfile, como el silencio respetuoso con el que la turba recibe a la Soledad a su entrada en la plaza Mayor o el canto del Miserere al Jesús de las Seis.Excepto una intervención de los cuerpos de seguridad en la calle del Peso, afortunadamente sin consecuencias, no se registraron incidentes. Sin embargo, los turbos silenciaron sus tambores como protesta, cuando el Jesús de las Seis se recogía en la iglesia de El Salvador.La lluvia ha amenazado a los desfiles procesionales durante toda la Semana Santa de Cuenca en este 2007, pero desde el domingo de Ramos, todos los desfiles han completado su recorrido, a excepción de 'Camino del Calvario', la más conocida de las procesiones conquenses.

LAS TURBAS

No está bien burlarse de Dios, ni en broma. Y eso es lo que han venido haciendo, durante muchos años, los "seguidores" de Jesús con la Cruz a Cuestas, en la Semana Santa de mi tierra, Cuenca, los Viernes Santos, a las seis de la madrugada. Yo era un niño de cuatro o cinco años, cuando, en esas fechas, me pasaba la noche sacándole brillo al cristal de la tulipa, porque era por entonces, un ferviente y devoto "forofo" de San Juan con la Palma, luciendo mi túnica morada y mi caperuza de terciopelo verde, que marchaba inmediatamente después del pobre Cristo, abucheado y burlado por una leve jauría de irreverentes borrachos, atronando el espacio con sus trompetas desafinadas y sus broncos tambores, que más parecían los secuaces del demonio que unos simples penitentes. La siniestra comitiva salía de la iglesia de El Salvador, a la vez que lo hacía el sol. Pero ya habían empezado a beber, apenas el astro se había escondido.
Ahora me he enterado de que este año, por primera vez en varios lustros, esa comitiva de ebrios irreverentes ha sido prohibida, porque lo que en aquellos años la componían diez o doce golfos de ocasión, ahora ya se había convertido en una jauría de varios miles de amigos de Lucifer, saltándose a la torera las más prudentes reglas de tacto y respeto, aunque, a decir verdad, aquel sangrante hijo de Dios nunca gozó de las más mínimas muestras de respeto.
Y aquel "juego" de broma sacrílega, a mí, que como he dicho, apenas contaba un lustro de vida, me ponía triste y hasta me hacía llorar, porque no entendía que nadie saliera en defensa del coronado de espinas, arrastrando una cruz que debería pesar, sin exageración, varios cientos de miles de kilos. Y yo no podía hacer nada, porque me habrían podido eliminar con un simple golpe del dedo meñique.
Ya sé que todo esto entraba dentro de una farsa teatral y permitida, pero mi tiernísima mente no alcanzaba a comprender y menos a justificar, la horrorosa mofa a que era sometido el hijo predilecto del Inventor de Todo. Luego yo le preguntaba a mi abuela que por qué no había un guardia que los metiera en la cárcel. Y se lo preguntaba a mi "güelita" porque ella era la mujer más buena que había nacido en este mundo.
Hace muchos años que no he vuelto por Cuenca durante estas sagradas fechas. Y ese yo que me permitía mentirme -y aún me lo permite- me dice que mi ciudad-Belén se pone intransitable ante la inundación de "visitantes" que acuden de todas las geografías. Pero tengo la vaga impresión que es una mala justificación que yo me busco para no ver el suplicio del que arrastra la cruz con la frente inundada de sangre y espinas. Y si he de ser sincero, yo no suelo padecer por las desgracias divinas, que todo me parece un cuento maravilloso. Pero, paradójicamente, sí que creo de verdad que es verdadera la angustia mortal de esas figuras de cartón.
Tampoco yo votaría por una definitiva supresión de las Turbas, pero sí me gustaría que se repongan lo más tarde posible. Yo apenas hablo con Dios, pero las pocas veces que lo hago, siempre encuentro un amigo que me escucha, que me aconseja, que me alienta, que me da fuerzas para seguir mi marcha por esta escalera que ya estoy bajando. Tal vez Dios no exista, pero sí existe el mío que, posiblemente, sea el verdadero y no haya otro. No me importa que soplen sus desafinadas trompetas y sus broncos tambores, pero no lo hagan sobre el de cartón, porque ése es de verdad.

Jose Luis Coll