sábado, 16 de agosto de 2008

14.000 personas visitan cada año el parque cinegético El Hosquillo

En pleno corazón de la Serranía Alta de Cuenca se encuentra el «Hosquillo», un paraje natural de gran belleza donde encuentran cobijo numerosas especies de fauna y flora salvajes. Este espacio que fue creado en octubre de 1964 como Parque Cinegético Experimental, es uno de los pocos lugares cuya principal actividad es la de actuar como granja cinegética para repoblar acotados de caza con especies como el ciervo, gamo, cabra montes, corzo, muflón y jabalí.
El parque natural que es visitado cada año unas 14.000 personas y cuya extensión es de 910 hectáreas de tres montes de utilidad pública propiedad del Ayuntamiento de Cuenca y que administrativamente depende de la Dirección general del Medio Natural de la Consejería de Medio Ambiente y Desarrollo Rural, desde que en julio de 1986 se traspasó a la Junta de Comunidades, alberga especies únicas y diferentes ecosistemas que no dejan indiferente a ninguno de sus visitantes.
Ubicado muy cerca de las Majadas, lo primero que impresiona al visitante es la belleza del lugar: un laberinto de torcas, paredones, farallones y cavidades cubiertas de una densa vegetación que cierran este hermoso valle.
Para acceder a este paraje es necesario e imprescindible realizar una reserva previa a la delegación provincial de Medio Ambiente y Desarrollo Rural de Cuenca que es la encargada de autorizar la visita. A la hora acordada se abre la gran puerta de madera y los visitantes suben a sus vehículos para seguir a los guías.
Contemplar la naturaleza
La primera parada es en los centros de educación ambiental. En el Museo Cinegético se instruye sobre la reproducción de los osos, la vida de los lobos, la diferencia entre la cornamenta de gamos, ciervos, corzos, muflones y cabras hispánicas que viven en semilibertad en este valle excavado por el río Escabas, una auténtica barrera natural.
En el centro de interpretación de la naturaleza, paneles interactivos, puzzles y maquetas permiten aprender jugando con la flora y la fauna, identificar aromas de plantas, a los habitantes del agua o el trinar de las diferentes aves.
Al salir se puede contrastar la información recibida, acercándose a los recintos disimulados entre la vegetación y los desniveles de la naturaleza para observar a los ciervos o a través de vallas. Vuelta a los coches para remontar el empinado sendero. En este trayecto se pueden ver los gamos que observan desde los matorrales a los intrusos y si levanta la mirada podrá verse al águila real o al halcón peregrino.
Entre la vegetación que puebla este paraje hay especies de gran valor ecológico: tilo, acebo, arce, avellano, espino cerval, saúco, pino silvestre, pino laricio, tejo, álamo temblón; y en los ríos Escabas y de las truchas destacan las truchas y las nutrias.
El camino concluye frente a un cercado en el que se pueden contemplar los osos que atraídos por el festín de frutas con que les agasajan sus cuidadores, permiten a los visitantes disfrutar de su presencia. Los actuales osos pardos, dos hembras y un macho, no son ibéricos sino centroeuropeos. En este mismo lugar si se levanta la vista se pueden observar las siluetas de buitres leonados: no por gusto a este lugar se le denomina «el rincón del Buitre».

M. CEBRIÁN
ABC

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