domingo, 25 de noviembre de 2007

Artículo de Opinión

DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

En la fecha en la que se celebra el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres vengo a sumarme al dolor de los familiares de las 69 víctimas que en este último año han perdido la vida a manos de sus maridos o compañeros sentimentales (parejas)
A través de estas líneas, quiero expresar mi repulsa contra la violencia machista que hunde sus raíces en los estereotipos decimonónicas que han considerado, hasta hace bien poco tiempo, a las mujeres como una propiedad privada en manos de los varones.
Hay quienes no son conscientes de los profundos cambios que nuestra sociedad ha experimentado en los últimos años y que, por fortuna, han igualado en derechos a mujeres y hombres; hay quienes parecen no querer ver que, hoy por hoy, las mujeres acceden a la educación, a la formación y al trabajo en igualdad de oportunidades; hay quienes no soportan el hecho de que las mujeres conquisten cada día mayores cotas de autonomía personal, de independencia económica y de éxito y reconocimiento profesional. Hay quienes, incapaces de asumir esta nueva realidad social, recurren a la violencia para someter a la persona a la que le han jurado amor eterno. Y yo me pregunto qué clase de amor es el que expresa a través del uso de la fuerza bruta, del insulto, de la humillación, de la vejación…
La violencia que se ejerce contra las mujeres en una grave lacra que arrastra nuestra sociedad desde siempre. No es un problema actual, ni tampoco aislado. Nos afecta a todos, en tanto en cuanto somos ciudadanos sensibles ante el sufrimiento ajeno y corresponsables en la construcción de un mundo mejor.
No está demás recordar que estamos ante un tipo de terrorismo que, en la mayoría de las ocasiones se aprovecha de la privacidad que le ofrece el ámbito doméstico, y que hasta hace no demasiado tiempo contaba con el silencio cómplice de una buena parte de la sociedad que incluso justificaba este tipo de violencia, amparándose en la tradición heredada del machismo.
No obstante, y a pesar de que en los últimos tiempos nos hemos dotado de instrumentos legales y procedimentales que condenan, persiguen y castigan de forma implacable la violencia machista, éstos han de ser complementados con la implicación del conjunto de la sociedad que, en cualquier caso, debe mostrar tolerancia cero hacia los violentos.
Soy consciente de que estamos ante un proceso largo y complicado, resulta más fácil cambiar las leyes que las mentalidades. Aún así, vamos por el buen camino, y sobre todo, somos muchos más los que estamos de parte de las víctimas que del lado de los agresores.
No creo en las fórmulas mágicas, pero tengo una profunda confianza en la educación como el mejor instrumento al servicio de la igualdad y de la convivencia.
Aquello que aprendemos de niños nos suele acompañar a lo largo de nuestras vidas, y suele marcar o condicionar nuestras actitudes y comportamientos en el ámbito de nuestras relaciones con los demás. De ahí la importancia de inculcar en los más pequeños los principios de igualdad de todos los seres humanos, de respeto a quienes son diferentes, de solidaridad con los que menos tienen… La educación es la base fundamental sobre la que edificar una sociedad igualitaria, justa, responsable, pacífica y no violenta.
Todos perseguimos una utopía. Todos abrazamos un sueño. El mío es que el día de hoy marque el inicio del fin de la violencia hacia las mujeres.

Juan Manuel Ávila Francés
Presidente de la Excma. Diputación Provincial de Cuenca

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