domingo, 26 de noviembre de 2006

Opinión

Sostenibilidad

Cuando nació esta humilde asociación a la que pertenezco, Urbanismo Ciudadano, personalmente advertí y puse algunas pegas sobre la utilización del término sotenible, teniendo en cuenta además, la subversión que sobre esta palabra suele acaecer en tierras políticos de manera tan discutible. En realidad, la carta de Alborg, sobre la que se basa la agenda 21 y la red de ciudades sostenibles, no dice nada del otro mundo, y es una expresión, como otras, del capitalismo y el sistema liberal. Es más, se trata en dicho documento de salvaguardar al propio sistema de una más que probable catástrofe futura al estilo Fukuyama, cuando el uso desbocado de recursos nos deje con escasas probailidades de construir un mundo en paz. Todo lo cual no evita, aunque sea de forma paradójica, que esta palabra esté constituyendo una esperanza en muchos sentidos, pues hay que recordar que asumido el capitalismo como única manera realista, en la actualidad, de poder asentar una democracia, resulta que es la contención la mejor manera de salvaguardar los recursos, y de no seguir cometiendo más errores que nos lleven demasiado lejos en el cambio climático y en el imparable incremento de desigualdades económicas entre ciudadadanos. Así, una de las bases que definen la sostenibilidad, en referencia a cualquier actuación política de ordenación, se refiere al consumo racional de suelo, es decir, que para que un Plan sea sostenible no ha de recalificar por encima de las expectativas reales y del crecimiento poblacional que se viene produciendo. Recalificar tres veces más del suelo actualmente urbanizable, no puede ser aceptado por ninguna Agenda 21 que se precie. Si el alcalde firma una declaración, tan solemne como la que ha firmado, y no retira el POM, es que no está actuando en consecuencia. Otra de las expresiones más frecuentes en referencia a la sostenibilidad es la de crear una ciudad compacta, no discontinua, para evitar el derroche innecesario de energía. Hacer ese tipo de pactos por Cuenca, tratando de dar una imagen de sostenibilidad y por otra lado zanjar la cuestión del AVE, provocando con su emplazamiento la creación de una ciudad muy dispersa a medida que crezca hacia la nueva estación, es, a mi juicio, caer en la contradicción absurda. Otro de los asuntos claves para entender la carta de Alborg sin malicia ni avaricia es el respeto a las zonas sensibles medioambientalmente. Con la construcción del parque ferial mediante fondos procedentes de un convenio urbanístico realizado mediante la sangría de una de las zonas más sensibles y valiosas de la ciudad, se va al traste toda política que pretenda asentarse en las bases medioambientales de lo sostenible. Pero aún hay más, para que un plan sea sostenible según la Agenda 21, ha tenido que haberse realizado sobre él todas las discusiones que hayan sido precisas, para fomentar en todo momento la participación ciudadana. A Urbanismo Ciudadano, cuando ha intando promover un debate, se le ha intentado boicotear, no sólo con la no asistencia de los invitados, también con cotraprogramaciones y decisiones de cobro de la sala en el último momento. Esta es la sostenibilidad que Cenzano firma en su declaración por Cuenca, y no otra.

JULIO FERNÁNDEZ PELÁEZ

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