La cita con las urnas en Cataluña era el primer punto de inflexión en el largo camino electoral que terminará, de cumplirse los plazos, en la convocatoria de las generales. Los resultados han permitido al PP salvar la cara y dar por cubierto, sin grandes alharacas, el expediente, pero la mejor noticia de esas elecciones ha llegado no tanto a cuenta del balance propio como de la confirmación de la reedición del tripartito. Los estrategas populares siempre han considerado que éste era el mejor escenario que se les podía abrir por delante, en la medida en que al «batacazo» electoral del PSC se añadiría la posibilidad de seguir arrojando contra Rodríguez Zapatero el dardo de su alianza con el radicalismo de Esquerra Republicana. Y por eso en Génova, anoche, se frotaban las manos al ver a Carod-Rovira dar cuenta de su pacto con Montilla. Un puñado de votos, decisivos Pero al margen del microcosmos catalán, según ha podido saber LA RAZÓN la dirección popular ha puesto en marcha un ambicioso plan de movilización territorial diseñado al milímetro con vistas a consolidar posiciones en «plazas» en las que muy pocos votos van a decidir un concejal, un alcalde, un diputado provincial o autonómico, consejeros y presidentes de Diputación. Razones estratégicas justifican que no se haya hecho publicidad de esta iniciativa y que el trabajo, que implica un gran esfuerzo del partido basado en la musculatura de la organización, se lleve con la máxima discreción. Precisamente, esa fortaleza territorial es la que lleva a Génova a mirar con optimismo a unas elecciones que abrirán la puerta a la batalla por La Moncloa. El plan consiste en una movilización especial y permanente en los llamados «municipios prioritarios» -hay una lista de 1.500, que ha sido elaborada en el nivel provincial, autonómico y nacional, y entre los que están marcados en rojo, por su mayor importancia, los que recoge el gráfico que se adjunta a la información-. En esta ofensiva territorial tendrán que «mojarse» todos los dirigentes nacionales, incluido el presidente Mariano Rajoy y su secretario general, Ángel Acebes, además de los portavoces parlamentarios (Eduardo Zaplana, Pío García Escudero y Jaime Mayor Oreja) y de todos los miembros de la Junta Directiva (máximo órgano entre Congresos). La ofensiva interna, coordinada por la Secretaría de Organización que dirige Sebastián González, concluirá el próximo mes de marzo. La revisión secuencial de anteriores convocatorias de elecciones autonómicas y municipales confirma que los resultados globales están muy consolidados tanto para el PP como para el PSOE. En 1995, el PP obtuvo el 35,27 por ciento de los votos válidos, y el PSOE, el 30,84 por ciento; en 1999, el balance fue de 34,44 por ciento para el PP y 34,26 por ciento para el PSOE; y en 2003, comicios marcados por la dura campaña socialista bajo la pancarta de Irak, los «populares» se hicieron con el 34,29 por ciento de los votos frente al 34,85 por ciento que arrancó el PSOE -no obstante, el partido de Rajoy sacó 23.615 concejales y el de Zapatero se quedó en 23.224-. Con estos precedentes, la previsión es que el nuevo mapa de gaviotas y de puños con la rosa varíe muy poco sobre el actual, y que sea el resultado en el paquete de «plazas» más representativas el que decida a quién se da por ganador y a quién por perdedor. Es decir, que la partida se resolverá básicamente en Madrid, Valencia, Sevilla, Valladolid, Zaragoza y otras cuantas capitales de provincia de relevancia; y en función, asimismo, de alguna alteración importante en un escenario autonómico también bastante consolidado. En lo que le afecta, el PP está volcado en todas las capitales de provincia, pero entre ellas ha señalado Teruel, Palencia, Segovia, Guadalajara, Sevilla, Zaragoza y Cuenca, debido a que sus datos indican que hay perspectivas serias de poder gobernar. En Madrid, las riendas las llevará personalmente Rajoy, en una estrategia dirigida a plantear la campaña como un reto electoral PP-PSOE. Acercamiento al PAR El PP tiene en su contra el inconveniente no menor de que necesita asegurarse la mayoría absoluta para contrarrestar las alianzas de los socialistas con los partidos regionalistas o de izquierdas. De momento, hay serias aproximaciones al Partido Regionalista de Aragón (PAR). En la pasada legislatura, tuvo que pagar una cara factura en esa comunidad por su apuesta por el Plan Hidrológico Nacional (PHN) como instrumento para garantizar el valor del agua como elemento vertebrador y cohesionador.
La Razón
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