jueves, 21 de agosto de 2008

Artículo de Opinión

Barajas

Usain Bolt acababa de pasar a la historia deportiva con sus zapatillas doradas. Sus 19.30 en los 200 metros y la suficiencia con la que ganó me llevaba, entre el sopor de esta cálida tarde de agosto, a hace pocos meses cuando meditaba en la catedral de Westminster sobre la tumba de Charles Darwin en el año del 150 aniversario de la publicación de su Teoría del Origen de las Especies.
Aquí no se trata de selección natural sino artificial : 500 años de esclavitud durante los cuales el encomendero cruzaba al negro más fuerte con las negras más sanas han producido portentos como Usain, las velocistas jamaicanas y la selección USA de baloncesto.
Y entonces ¡ bum ¡ : el accidente de Spanair en Barajas. El mundo.es anuncia ya 100 muertos. Probablemente serán más. Gente que huía de la crisis camino del sol canario.
Es entonces cuando pienso en la mano agarrotada de mi mujer cuando el leviatán del cielo hace rugir sus tripas camino de las nubes. La sorpresa de mi hija cuando vio por primera vez las casitas desde el aire. Las ovaciones de los orientales al aterrizar sin incidencias. La sonrisa amable de las azafatas. La mirada furtiva a la tele que explica las medidas en caso de emergencia.
Volar fue el sueño del hombre desde el mito de Ícaro. El siglo 20 ha corrido deprisa-deprisa a lomos de un avión que busca la felicidad de una playa, el reencuentro con la familia lejana o el negocio del tipo con traje y maletín que se sienta en business.
Ahora buscan esa caja negra que explique por que un ingenio de hierro, que puede levantarse del suelo y llevar el tiempo atrás o adelante cruzando meridianos, se ha caído del cielo con su carga de ilusión y esperanza.
Las radios hablan de la explosión de un motor, del acierto del piloto que continuó con el despegue, de que el avión había pasado una revisión una hora antes de la tragedia…
Cela dijo que “la muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a las mujeres todas, sin olvidarse de uno solo -¡Dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamás llegamos a creer que fuera con nosotros, algún día, su cruel designio”.

Descansen en paz.
Antonio Melero Pita

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