lunes, 28 de enero de 2008

28 de Enero, San Julián patrón de Cuenca

Julián, obispo de la iglesia conquense, nació a mediados del siglo XII. Piadoso y santamente educado e instruido con esmero en las disciplinas liberales se dio, con gran provecho, al estudio de la teología. De aquí que, con el ejemplo de su vida y con la predicación de la palabra de Dios, aprovechase a toda España de modo admirable. Adornado con la dignidad de Arcediano en la iglesia Toledana, fue obligado por el rey de Castilla Alfonso VIII, a aceptar el cargo episcopal, el cual desempeñó con alabanza de todos.Fue un verdadero padre para los pobres que ayudó, con su dinero y con su trabajo, las necesidades de los menesterosos, de las viudas y de los huérfanos. Empleó los réditos de su iglesia tanto en ayudar a los míseros como en instaurar y ordenar los templos; contentándose para vivir con poco sustento que procuraba con sus propias manos. Era asiduo en la oración, con cuya fuerza consiguió el favor de Dios para su pueblo. En dos ocasiones principalmente, cuenta la tradición, se hizo patente su poder de intercesión y fueron éstas: como toda la diócesis padeciese escasez de grano y nada quedase ya en los graneros episcopales, dirigió al Señor fervientes oraciones mezcladas con lágrimas y sucedió que una gran cantidad de trigo fue transportada hasta las puertas del palacio episcopal a lomo de jumentos los cuales, depuesta su carga, desaparecieron. En otra ocasión, corno se hubiese propagado entre el pueblo una mortal peste, pronto desapareció mediante la oración del santo obispo.Vigiló con toda diligencia sobre su rebaño como bueno y solícito pastor, separando las ovejas de los lobos y apacentando a las ovejas con la palabra de la vida. Castigando su cuerpo con asiduos ayunos, se ofreció a sí mismo como ejemplo de buenas obras. Finalmente, pleno de días y virtudes, en buena vejez, emigré hacia el Señor, el día 20 de enero del año 1208. Habiendo sido sepultado con todo honor en su iglesia, esclarecido con multitud de milagros después de su muerte, es celebrado con gran veneración del pueblo. El año 1518, siendo sumo Pontífice León X, sacado su cuerpo de la sepultura donde había estado desde su muerte, fue trasladado con máxima celebridad a otro lugar magníficamente preparado, junto al altar mayor, el día tercero de los idus de abril. En él permaneció durante 242 años hasta que en 1760 volvió a ser trasladado a la nueva y suntuosa capilla del Transparente, en donde hoy reposa.Sobre su labor como obispo de Cuenca, diremos lo que apunta uno de sus biógrafos: "Sólo un espíritu de dinamismo multiplicado como el de San Julián podía llegar a una actuación tan compleja y ordenada. Cuenca y su obispado estaban en aquella época ocupados por tres clases de moradores: musulmanes, judíos y cristianos: a todos visita y catequiza; a todos instruye y forma: grande es su trabajo, mayor su celo, y el fruto no se hace esperar, haciendo una ciudad cristiana: hasta en los repliegues bravíos de la serranía, en los altozanos ondulantes de la Alcarria y en las llanuras sin fin de la Mancha, dejó prendido San Julián el encendido eco de su voz apostólica y misionera.Tuvo una gran preocupación y predilección por sus sacerdotes, que los quería santos y apóstoles. En sus célebres visitas pastorales ponía especial cuidado en corregir el deplorable estado de muchos de sus sacerdotes, y los insolentes e incorregibles de siempre le proporcionaron serios disgustos: por ser antes el deber que la amistad para San Julián, hubo de enfrentarse con su metropolitano y gran amigo don Martín López. a quién acudían, engañándole, esos desgraciados sacerdotes descarriados. Preocupóse grandemente por el Cónclave Levítico, especie de Seminario, que recogía los niños donados a la Iglesia. En definitiva: su labor episcopal en Cuenca fue tan abrumadora como de felices resultados, haciendo una dudad y diócesis eminentemente cristiana.De todas las virtudes de San Julián, la que más sobresale es su caridad: caridad ardiente por las almas de sus diocesanos, a quienes instruye y forma; caridad por los cuerpos, que socorre abundantemente, en sus necesidades matrimoniales. No sólo durante la peste que asoló a Cuenca y provincia en el primer año de su pontificado. sino siempre; caridad para con todos: cristianos, judíos, mahometanos; su corazón y su caridad no distinguían credos ni sectas. Para todos era su pan, muchas veces milagroso. y para todos la delicadeza y exquisitez de sus cuidados. Solía el Santo anualmente retirarse unos días a una gruta abierta sobre el Cerro de Ja Majestad, para practicar esa especie de ejercicios espirituales que tanto le fortalecían: días de ayunos y asperezas, de oración intensa y mortificación constante. Llamaba el Santo este sitio "el lugar de mi tranquilo día": junto a la gruta. que hoy se conserva, se levanta una sencilla ermita en honor del Santo, y ese lugar lo llaman los conquenses "San Julián el tranquilo". En esos días de retiro fabricaba sus célebres cestillas, que. repartía en limosna a los necesitados y que todos procuraban tener, pues a su contacto se veían libres de enfermedad, rubricando con esta costumbre su apodo de obispo limosnero.El ídolo conquense, el hombre de santidad colmado y alma rota por el dolor ajeno, el obispo sabio y santo, predicador, apóstol y limosnero, llama a su capellán y fiel criado, a quién dice: "Lesmes, mi buen Lesmes: voy a morir y debo prepararme." Habrá que resignarse ante lo inevitable, y Lesmes, con el corazón deshecho por el dolor, prepara la llegada del capitán Cristo Jesús. hecho Eucaristía, que visita a su fiel soldado San Julián. Sobre su cuerpo quemado por la fiebre, tiembla la llorosa amatista de los hábitos episcopales: San Julián recibió el Viático revestido de Pontifical. Arrobado y extasiado por la gracia de la Eucaristía, muere San Julián: era el anochecer del 28 de enero de 1208; los ángeles, con manos invisibles, hicieron hablar, con ronco sonido, todas las campanas de la ciudad, que decían: "Ha muerto el siervo fiel y prudente San Julián: Cuenca está de luto."El papa Clemente VIII, por el Breve de 18 de octubre de 1594, recibido en Cuenca el 1 de febrero de 1595, conocidos los portentos obrados por intercesión de San Julián, le canonizó y concedió para Cuenca oficio y misa propia. Sus restos se conservaron en una arqueta, puesta en el altar del ábside dedicado al Santo, donde hoy se conservan los fragmentos óseos que el actual obispo don Inocencio Rodríguez Díez mandó autentizar, y donde el Santo recibe la oración plural de los conquenses. que aman de verdad al santo burgalés, que es y será San Julián de Cuenca.

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